2 de juliol de 2024

Experiencias de desobediencia civil (II): Tute Bianche (Italia)

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En torno al año 2000, el movimiento antiglobalización dominaba la escena de las disidencias a nivel internacional. En la década de 1990, la desregulación comercial y económica era el mantra de la clase dirigente. Según su versión conservadora de la globalización, el capital y las mercancías debían poder acudir sin barreras allí donde encontrasen un beneficio mayor, sin importar los efectos que estos vaivenes tuviesen sobre la población local. Al mismo tiempo, buscaban limitar los flujos migratorios (de las personas trabajadoras, claro, el turismo o los jubilados de países ricos son siempre bienvenidos). A esta tendencia se opuso con determinación una amalgama de agrupaciones y colectivos, que se dedicó a perseguir por medio mundo a los líderes de los países desarrollados, haciendo evidente el descontento de una buena parte de la población del planeta.

Todos estos grupos constituían, de forma descentralizada, el movimiento antiglobalización. La enorme pluralidad de sus integrantes (desde profesionales de ONG y sindicalistas financiados estatalmente, a anarquistas) a menudo resultaba en una incómoda convivencia. Tal vez por ello, costó articular posturas de consenso, más allá de la perogrullada de “otro mundo es posible”. En todo caso, sirvió como crisol de un cambio en la cultura política, con el predominio de las asambleas y las formas de organización no jerárquicas.

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Esta pluralidad se trasladó a lo práctico. Había consenso en la necesidad de acudir allí donde se reunían los gobernantes, dando lugar a la dinámica de cumbres y “contracumbres”, pero cada grupo o corriente proponía una forma diferente de actuar sobre el terreno.

Una de estas propuestas eran los Tute Bianche. A menudo, las manifestaciones antiglobalización eran reprimidas o impedidas por la policía. Algunos activistas italianos, en la órbita de la Autonomía de décadas anteriores, propusieron una innovadora forma de confrontación no violenta con los antidisturbios, para atravesar sus líneas, permitir que las manifestaciones siguiesen adelante y defender al resto de participantes de la violencia policial. Para ello, acudían en gran número vestidos con monos blancos muy característicos (de ahí su nombre) y grandes escudos de plástico transparente. Debajo del mono llevaban diversas formas de acolchado y cascos. A menudo contaban también con máscaras antigás. De este modo, podían formar una barrera con los escudos, resistir los golpes y los gases lacrimógenos, y empujar las líneas policiales para despejar el camino a la manifestación o abortar las cargas.

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Otro de los efectos evidentes e intencionados de esta táctica era hacer visible la resistencia no violenta frente a la represión del estado. En este sentido, los Tute Bianche pronto se convirtieron en uno de los iconos de la antiglobalización y en algunos momentos llegaron a ser muy numerosos. Aunque su origen está en Italia, pronto se imitaron en otras partes del mundo (con diferencias, claro), siendo una influencia directa en grupos como los Wombles, de Reino Unido.

Su existencia estaba tan estrechamente ligada a la antiglobalización que desaparecieron con ella. No obstante, su propuesta de repensar y analizar la forma en que se participa en las manifestaciones, más allá del mero acudir a hacer bulto y ver qué pasa, preparando una táctica que responda a las posibilidades y las necesidades del momento, sigue estando vigente.

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Más información:

Tute Bianche (Wikipedia)

Los Wu Ming, sobre la disolución de los Tute Bianche

Bologna Peace and love, 2000 (video)

Bologna Collision, 2000 (video)

Tute Bianche Via Corelli (video)

 

Entrada anterior de la serie sobre desobediencia civil:

Experiencias de desobediencia civil: Insumisión (Estado español)

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